martes, 16 de septiembre de 2008

El Admirador


Por fin, es el día del grado. Tal vez más importante que el día de la boda ya que el primero dura toda la vida y el segundo... nunca se sabe.

Todos los graduandos están a la espera, paseando nerviosamente por el patio, preámbulo del Aula Magna donde se celebrará el tan esperado y anhelado acto.

Los fotógrafos se mezclan entre familiares y amigos dejando constancia de ese día tan solemne, guardando para la posteridad ese momento único con un simple clic de la cámara.

Estoy nerviosa, supongo que como todos, casi es la hora y he dejado a mis padres junto a otros parientes y amigos de mis compañeros que han venido a compartir nuestra alegría.

Me reúno con mis amigas y desde hoy colegas, recordando que estos últimos cinco años hemos pasado juntas tristezas, alegrías, trasnochos de estudios y también de fiestas...y aquí estamos por fin, con toga y birrete a punto para entrar al acto que nos hará dejar una vida para comenzar otra.

Abstraída en mis pensamientos no me doy cuenta de la proximidad de un joven hasta que oigo su voz a mis espaldas dirigiéndose a una del grupo:

-Perdona, ¿Puedo hacerte una foto?-

Miro a las demás, tratando de adivinar quién es la afortunada que despierta el deseo de otra persona por tener su imagen en el recuerdo, y descubro las miradas de todas ellas puestas en mí; algunas interrogantes, otras divertidas, pero todas sorprendidas, así que me giro para encontrarme de frente a un joven atractivo con su cámara a punto y dirigiéndose a mí.

Incrédula y tontamente sin habla, tal vez por la sorpresa, ya que no soy muy agraciada físicamente, dejo salir un débil si, que brota de mis labios casi sin proponérmelo. Miro a Lola como pidiendo consejo, Lola Puñales como solemos llamarla por la cantidad de corazones que ha desgarrado cual daga por su belleza, y veo en sus ojos claros algo que parece envidia, sentimiento que nunca había despertado en ninguna mujer.

Me aparto ligeramente del grupo, y le pregunto al fotógrafo por qué quiere hacerme la foto y aun me sorprende más cuando me dice que es el encargo de un admirador que desea tener mi retrato, ya que según dice “Soy la graduando más guapa de todas las que ha visto”.

Ahora estoy realmente intrigada. Miro alrededor pero no veo a ningún joven en actitud sospechosa o que esté mirando con especial interés la escena.

Nos retiramos algo más del grupo y accedo a la foto para la que poso intentando parecer natural pero sabiendo que no puedo disimular mi curiosidad. Así que decido insistir un poco más antes de volver con el grupo, esperando que me diga la identidad del misterioso admirador.

La cara del fotógrafo parece de piedra, imperturbable ante mi curiosidad, así que lo separo un poco más del grupo de mis amigas a las que veo mirar hacia los asistentes intentando descubrir algo y esforzándose ellas también por adivinar cualquier gesto o palabra del fotógrafo sobre mi admirador.

Casi en un susurro y armándome de valor le pregunto al oído:
- ¿Me puedes decir quién te ha contratado para hacerme la foto?-

Y también en secreto y de forma muy discreta, aunque sin yo pedirlo,
Me dice: -Claro que sí. Es aquel señor de traje oscuro.-

Y al girarme lentamente y mirando de reojo en la dirección indicada descubro que con una sonrisa entre orgullosa y bromista me saluda mi padre.

Me río con franca carcajada dándole las gracias al fotógrafo a la vez que me despido guardando el secreto para mí y me acerco de nuevo al grupo de amigas que me miran expectantes. Con paso seguro y ya reemplazado mi nerviosismo por buen humor me pongo en mi lugar para entrar a la celebración del acto que comienza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja!
Es buenísima esta historia, Carolina!
Me encanta! muchos besos, a ver si se nos logra un tándem :-)
Cati